pizarnikPocas cosas que añadir, le he plagiado todo. ¿Acaso no es cierto? Pizarnik es una estación en la perra vida de un semi-poeta. Mi relación con sus libros es de una co-dependencia irresponsable, esa taxidermia de la locura. Soy su amante más raro. Quizá porque adoro a Ofelia y detesto a la Bovary, me cae mal Ibsen y prefiero la honesta liberalidad del suicidio. Espero alcanzar ese nirvana. La autoeliminación no tiene nada que ver con la buena poesía y la locura del poeta es un resabio platónico.
Rastrearla por el Internet es un rompecabezas. En youtube.com se encuentran aproximaciones e interpretaciones exclamativas, pero no hay una sola imagen suya en movimiento. Algunas secuencias fotográficas, otras reinvenciones bastante escolares de videoarte y muchas voces ilegibles que entorpecen sus textos. La manera más avinagrada de decirlo es que abundamos en neuróticos funcionales y militantes que seguimos línea tras línea esa rúbrica auténtica y consistente de la desintegración.

Guiado  por el tomo “Poesía Completa” preparado por Ana Becciu, incrustando la mirada como un tenedor sobre la carne, no me despego del libro. Voy con él a todas partes, lo protejo dentro de mi maletín y es como un espejo opaco que me absorbe. La vida trascurre alrededor mío, ese desierto tan temido, y esos poemas son gruesos goterones que traspasan el papel. Negras gotas de tinta quemada. Una revelación efervescente  que me enmudece.  Poemas que van a nada, que buscan decir nada, que se troquelan sin metáforas rebuscadísimas: un plato hermosamente blanco. Su sintaxis admite la soledad, la misantropía y esa mal disimulada intención de trascendencia que me deja la duda  si el odio por sí mismo y por la vida no tiene algo de histriónico en su sedimento. Escribir como Artaud, Trakl y Rimbaud, siempre sus plagios perfectos alcanzan la belleza para luego deformarla.
Son las 9 de la noche de un 18 de julio, el día es el rastrojo de miles de problemas que me convencen que no hay opción para escribir. Bebo café y fumo, estoy solo en el mismo cuarto en que escribo este comentario, un fragmento de En esta noche, en este mundo:

en esta noche en este mundo
las palabras del sueño de la infancia de la muerte
nunca es eso lo que uno quiere decir
la lengua natal castra
la lengua es un órgano de la re-creación
del re-conocimiento
pero no el de la resurrección (…)

Yo estoy ahí, en ese lugar que ella describe. Estoy sentado frente a su poema. Le doblo la esquina a la página y regreso a traer más cigarrillos. El café se ha enfriado de pronto:

de mi horizonte de maldoror con su perro
y nada es promesa
entre lo decible
que equivale a mentir
(todo lo que se puede decir es mentira)
el resto es silencio
sólo que el silencio no existe

no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia (…)

Otra pausa. La intensidad es demasiado larga. Me preocupa la intensidad, porque siento que al perderla, todo muere, cada cosa que amo se pierde. La intensidad satura hasta que me aborrezco. Me detengo a divagar, me pierdo haciendo notas y el poema sigue:

si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?

en  esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible

sombras
recintos viscosos donde se oculta
la piedra de la locura (…)

Desde el inicio el hilo se tensa hasta cortarme el cuello: poesía de la crueldad:

hablo
sabiendo que no se trata de eso
siempre no se trata de eso
oh ayúdame a escribir el poema más prescindible
el que no sirva ni para
ser inservible
ayúdame a escribir palabras
en esta noche en este mundo

El poema se fuga sin punto final. Me abandona. Queda la luz de la lámpara alargando su sombra sobre el papel del libro. Quedo desolado. Alejandra Pizarnik, tantas veces odiada por sus imitadores. Antologías de antologías con poemas mediocres y raros especimenes de nuevas voces latinoamericanas. El vacuo ejercicio de forzar nuevas formas desde la altura excepcional de la poesía consistente a fuerza de cavar madrigueras sin salida. Pienso que escribir no es reivindicarse con el dolor de otros, es caminar de largo sin decidir claramente el rumbo.
Algunos estudios dignos de su obra (El de César Aira es bueno), otros son pura chatarra lacaniana o de género. Algunos poemas malísimos dedicados por sus amigos, el peor de todos quizá sea el de Cortázar, siempre veleidoso y aficionado al jazz. Más sensible y más literaria es Olga Orozco. Pero en este tiempo el papel es todo en la literatura, así que mejor virar la marcha hacia las novelas que empedernidamente quieren superar el laconismo de un verdadero poema.
extraccionAlejandra Pizarnik nace en Buenos Aires en 1939, libros contenidos en la “Obra poética” publicada por Editorial Lumen : La tierra más ajena (1955), Un signo en tu sombra, Las aventuras perdidas (1958), Otros poemas (1959), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968), El infierno musical (1971) así como poemas no recogidos en libros. Bastante recomendable la edición de La extracción de la piedra de locura y otros poemas publicado por Visor de poesía. Pizarnik se suicida en el año 1972; siempre mantengo su foto en la pared de mi cuarto.

Javier Payeras

Agosto 2007