Kapuscinski, el famoso periodista polaco, nos recuerda qué está en juego con el periodismo. Más allá de la sacudida de los tsunamis, el núcleo del buen periodismo sigue siendo ético.
En este libro se compilan unas extraordinarias entrevistas con el famoso periodista polaco. Kapuscinski nos recuerda lo mucho que está en juego en el ejercicio del periodismo. Más allá de la sacudida que los tsunamis tecnológicos han dado a este oficio, el núcleo del buen periodismo está en la postura del periodista ante la vida. Ese núcleo sigue siendo ético.
No condeno de oficio el cinismo, esa suspicacia sistemática respecto de las motivaciones humanas. Pero el cinismo puede llevar al sarcasmo y a cierto desprecio altivo. El cínico suele ver el mundo desde arriba, desde la atalaya de su verdad privada. Su punto de vista respecto de otros es encontrado, antagonista, como de quien está fuera de este mundo, quizás por encima de él.
El papel del periodista es el de dar a ver, el de ayudar a comprender el mundo, al otro. Allí donde el periodista nos permite experimentar una realidad distinta, para verla desde la perspectiva de quien la vive, de quien la sufre, el cínico solo puede mostrarnos con el dedo algo que ve, pero que no conoce, porque se sitúa en su exterior.
Kapuscinski, historiador de formación y periodista viajero por elección, decidió siempre colocarse a la par de su sujeto. Sea en África, en América Latina o en Asia, lo suyo fue siempre un periodismo de cercanía: dio siempre voz a personas reales, a partir de encuentros desde el supuesto de la humanidad del otro.
No son muchos los periodistas que, como Kapuscinski, muestran la suficiente humildad como para ponerse al nivel de su interlocutor, e intentar no tanto comprender la vivencia del otro como comprender desde la vivencia del otro. Este libro nos recuerda, sin embargo, que todavía hay periodistas así y nos impulsa a buscarlos cuando leemos los medios de comunicación.