La autora nos recuerda a través de varios relatos de la vida cotidiana y las relaciones interpersonales de sus protagonistas que a veces simplemente necesitamos alguien nos acompañe por unos minutos.
Para ser honesta, no sabía qué esperar de este libro. Lo escogí porque el título me llamó la atención, mas no estaba segura de qué encontraría dentro de él.
De manera inconsciente, tiendo a evitar libros de relatos. Me gustaría pensar que a pesar de contener diferentes historias, éstas mantienen algún tipo de conexión; de lo contrario, ¿para qué recopilarlos en un mismo libro?
Afortunadamente, Quisiera que alguien me esperara en alguna parte sí lo hace. Al principio no se hace obvia la relación entre ellos, pero poco a poco se nota que tocan un profundo temor de los seres humanos: la soledad. Nos guste aceptarlo o no, al final del día, a nadie le gusta estar solo. Ni la persona más independiente logra escaparse del simple hecho de que somos seres sociales y a veces únicamente necesitamos la presencia de otra persona para sentirnos vivos.
A lo largo de estos cuentos, la autora nos muestra varios problemas de la vida cotidiana y de las relaciones interpersonales de los protagonistas. En la mayoría de los casos éstos parecieran guardarse para sí los conflictos internos que esas problemáticas suscitan. Sin embargo, encuentran consuelo en el simple hecho de saberse acompañados por alguien, porque a fin de cuentas, lo único que en realidad necesitan es que alguien les dedique unos minutos de su tiempo, para luego seguir su camino. Dos cuentos en particular que destacan: Interrupción involuntaria de un embarazo y Permiso. Asimismo, llama la atención el epílogo, donde la autora en cierta forma sugiere narrar sobre sí misma, al hablar sobre una mujer que escribe relatos y consigue una cita con un editor. Aunque la narrativa aparenta ser simple, en realidad el libro sorprende recordando al lector una verdad que a muchos nos encanta negar: todos en el fondo quisiéramos que alguien nos esperara en alguna parte.