Al principio, al medio, al final: la libertad.
Contra todos esos mensajes y mandatos inútiles, por parte de los sombrificadores de siempre, contra el orden asfixiante de la indignidad y del pánico, hay un espíritu siempre posible de emancipación, de autenticidad, de experimentación y albedrío.
¿Qué otra cosa es un libro sino pura libertad destilada, qué otra cosa sino un vino que canta y vuela?
Estamos hablando de la libertad giganta que es de todos y que es de nadie. La pura libertad que es cuerpo, sensibilidad y consciencia. La libertad de ser uno mismo y de ser entonces el otro, el libre otro. La libertad de cruzar esa raya puesta en el piso. De seguir nuestra propia historia, ese gnomo granate. La libertad que se quiebra –como espejo– en un montón de libertades, de todas formas, tamaños, géneros, credos, razas… La libertad de cuestionar. La libertad de aprender. La libertad–metáfora. La libertad con un ala de conocimiento y otra de creatividad. La libertad de diseñar y rediseñar. De ir más lejos, más alto, más hondo. La libertad de atravesar los setecientos muros. De sacar espontáneamente dinosaurios del sombrero.
Por supuesto, vivir en apertura no es botarlo todo, hacer ruido como un loco idiota. Está la libertad de hacer las cosas bien. Podemos poner nuestra propia independencia al servicio de una sana interdependencia. La cultura creadora y la acción de todos. Tenemos la potestad de comprometernos con los más nobles ideales y los más claros propósitos de evolución y trascendencia.
En SOPHOS, creemos que el progreso intelectual y cultural trae siempre saltos sociales inspirados. Somos proveedores de cultura y conocimiento, y como tales, somos proveedores de libertad.