«Un padre y un hijo atraviesan Argentina por carretera, desde Buenos Aires hacia las cataratas de Iguazú, en la frontera norte con Brasil. Son los años de la junta militar, hay controles de soldados armados y tensión en el ambiente. El hijo se llama Gaspar y el padre, Juan, trata de protegerlo del destino que le ha sido asignado. La madre murió en circunstancias poco claras, en un accidente que acaso no lo fue.»
Esa es la premisa que da Mariana Enriquez para adentrarnos en la historia, pero conforme se pasan las páginas el lector se da cuenta que todo va mucho más allá. Lo que comienza como el típico roadtrip entre padre e hijo, se convierte rápidamente en una historia de terror paranormal cuando Gaspar ve su primera aparición en un hotel de paso. El temor paralizante de esta visión está narrada de una manera explícita y natural con lo cual nos podemos sentir junto Gaspar en esa habitación oscura y lúgubre. Este es un recurso que Enriquez seguirá utilizando durante el resto de la novela.
La Orden, una organización tan ficticia como real, una secta de adoración al dios de La Oscuridad, conformada por la élite argentina dueña de la mitad del país y de la provincia de Corrientes. Los militares son sus grandes aliados al momento de proveer sacrificios humanos a base de los guerrilleros secuestrados durante el conflicto en Argentina. Con esto, Mariana Enriquez da a entender que a pesar de tener tintes paranormales, la novela nunca se aleja de la realidad, y de los horrores que se viven en latinoamérica.
El libro se lee rápido a pesar de sus 667 páginas, la prosa de la autora es sencilla pero cautivante, cada palabra se engulle con facilidad y deja con hambre de querer comerla por completo. Es una historia muy inteligente, ningún principio queda suelto, los conflictos abiertos se resuelven con naturalidad dentro del libro en diferentes partes, y la intriga de la nueva información se mantiene durante el relato.
Un libro que definitivamente vale la pena leer, aun si no se es fanático del terror, porque la lectura va más allá de eso. Retrata a una Argentina en guerra, una sociedad dividida y el hecho de que las élites, por mucho que intenten conseguir poder de otras formas, sus mejores socios siempre serán el dinero y un estado corrupto.