El legendario librero argentino Héctor Yánover escribía que un librero “cuando lee, lee catálogos de libros”.
catalogosEs cierto. De vez en cuando, me sorprendo leyendo el catálogo de un editor, como quien agarra una revista para hojearla, la prensa en la mañana, el Condorito en el peluquero, o incluso un álbum de fotos. Agarrás el catálogo y lo vas hojeando, te encontrás con amigos (los autores, o sus nombres, por lo menos), te vas acordando de las historias de los libros que has traído, que has colocado en las mesas, que se han ido, o que, triste y dolorosamente, se han empolvado en las libreras. Los títulos de los libros que nunca has pedido te cuentan las historias de amor que tendrán con tus clientes (sí, este negocio es, en el fondo, un servicio de citas).

Este comportamiento raya en lo patológico, seguramente, pero es solamente la manifestación más evidente de un padecimiento que permea toda la vida del librero y que se expresa de forma un tanto más sutil a través de los libros (los de verdad) que éste escoge leer en el camino.

Para muestra un par de botones que me leí corriditos hace un par de meses: “Una historia de la lectura” del canadiense de origen argentino Alberto Manguel y “Diario de lecturas”, del mismo autor.

historia de la lecturaEl primero, un librito de bolsillo pero profusamente ilustrado con pinturas, fotos, grabados, todos relacionados con la lectura y los lectores, no es solamente, como lo indica su título “Una historia de la lectura”. Es en realidad la única historia de la lectura que se puede escribir: la autobiografía del lector que la cuenta, sus memorias lectoras, la historia de los lectores con los que se ha encontrado en el proceso, las otras historias de lectores que le han contado sus amigos de papel.

Desde la primera página, nos dejamos llevar por la voz del Manguel, extraordinario contador de historias… historias del libro, historias de libros, pero sobretodo y repito, historias de lectores. Si bien muchos han encontrado a sus héroes de infancia predilectos en volúmenes de Salgari, Stevenson o Kipling, en esta segunda infancia que tenemos los libreros, los héroes (nos lo recuerda Manguel) son lectores, como nosotros. Pueden ser ficticios y llamarse Alonso Quijano o Emma Bovary, o ser de carne y hueso, como Samuel Johnson o Colette, o pueden incluso ser anónimos, como éstos:

holland house(Lectores curioseando en la biblioteca -gravemente dañana- de la Holland House en octubre de 1940)

Manguel, nos enteramos más adelante y entendemos entonces tantas cosas, fue lector y pupilo de Borges (otro héroe, suyo y nuestro), cuando éste tuvo que empezar a pedir ojos prestados.

Para aquellos de nosotros para quienes la lectura es prácticamente un culto, he aquí una joya imperdible.

diario de lecturasEl “Diario de lecturas”, más liviano, más relajado, pero también más íntimo y personal, es la historia de un año de lecturas. Un registro intencional de las reflexiones que, día a día, le iba suscitando a Manguel la re-lectura de doce de sus libros preferidos, a saber:

La invención de Morel (Bioy Casares)
La isla del Dr. Moreau (Wells)
Kim (Kipling)
Memorias de ultratumba (Chateaubriand)
El signo de los cuatro (Conan Doyle)
La afinidades electivas (Goethe)
El viento en los sauces (Grahame)
Don Quijote de la Mancha (Cervantes)
El desierto de los tártaros (Buzzati)
El libro de la almohada (Shonagon)
Resurgir (Atwood)
Memorias póstumas de Blas Cubas (Machado de Assis)

Durante un año (uno muy concreto e interesante que va de junio 2002 a mayo 2003), acompañamos a Manguel en sus lecturas, mientras vamos recordando o descubriendo que podemos encontrar linternas para alumbrar nuestra actualidad oscura, (¿sombría?) en los libros, en los personajes, en las frases más inesperadas.

Tengo en fila «La biblioteca de noche«, la publicación más reciente de Manguel en español. Ya les contaré como salgo de este “trip” pero va bien.