Rivera, durante la presentación de Fechas Inciertas

Rivera, durante la presentación de Fechas Inciertas

La experiencia del exilio, como también la de la guerra, representan una ruptura radical en la lógica de las cosas, y por eso la memoria “licua” los hechos, conduciéndonos a una evocación no lineal de los recuerdos. Entonces, los diferentes escenarios vividos se  agolpan caóticos en la conciencia, impidiendo que aparezcan en su orden original.

El libro “Fechas inciertas”, del escritor guatemalteco radicado en París, Luis Eduardo Rivera, y que la librería Sophos ha puesto recientemente a la venta, es justamente una tentativa de reconstrucción de ciertos pedazos de un rompecabezas cuya figura designada es nuestro país: una Guatemala fantasmal hecha de contradicciones y situaciones esperpénticas.


Se trata de la voz de un guatemalteco en el exilio que va desdibujando, más que dibujando, a través de ciertos testimonios e interrogaciones, el drama de una identidad que se busca en los laberintos de la historia: striptease pudoroso e íntimo a través del cual el autor nos deja vislumbrar algunas de sus preocupaciones en torno al oficio que lo obsesiona y que constituye su modo de existencia: la literatura.

Hay en esos textos una deliciosa tensión entre las vivencias del niño, del adolescente y del adulto expuestas con estilo claro y sin afectaciones. Se trata de la expresión consumada de un escritor y de un lector –quizás el lector más suspicaz y mejor informado que tiene nuestro país– que ha alcanzado el grado cero de la simplicidad, lo que representa una de las virtudes más difíciles de conseguir en el arte de la escritura.

Fechas inciertas” es una obra que emite una luz mansa y serena, y nos ayuda a comprender que detrás del aparente desencanto ante la realidad, lo que se esconde es el anhelo de una realidad diferente.

(Artículo originalmente publicado en la Penúltima de ElPeriódico por Raúl de la Horra/Follarismo)