por Wellington Nelson
Un día vas caminando por la calle y percibes el aroma de esa comida que tanto te gusta, te pasa por la mente ir al lugar de donde proviene, pero en este momento no puedes, pues te diriges a una reunión importante. Pasan varios días y aún recuerdas ese olor que sentiste al pasar por ese lugar y piensas en la razón por la cual lo tienes tan presente. Entonces consideras aprender a cocinar, pero dada tu ocupación actual, no te parece adecuado ocupar tu tiempo en otra cosa. Sabes que algunas personas menosprecian tal actividad y eso te incomoda, pues ellas olvidan que la comida puede ser disfrutada por varios de nuestros sentidos y esto sólo se logra por completo cuando se dispone de la persona indicada para prepararla.
La poesía no se diferencia en nada de la comida, Tom. Las personas queremos hacer cosas, y esas cosas se nos meten dentro, lo sepamos o no. Que tu mente no recuerde lo que cociné la semana pasada no significa que el cuerpo no lo haga.
»Y ya hace tiempo que llegué a la conclusión –añadió con una sonrisa malévola– de que el cuerpo es mucho más sabio que el cerebro.
Así hablaba su novia a Tom, un abogado que se ve de nuevo inmerso en el mundo de la cocina, del cual se había alejado hacía ya cierto tiempo. Él decide tomar clases de cocina, para revivir recuerdos de su etapa de estudiante, en La Escuela de Ingredientes Esenciales. En dicho lugar, Lilian, una apasionada chef, imparte sus cursos de una forma un tanto peculiar: no usa recetas. Si bien, se hace necesario tomar en cuenta las cantidades y proporciones en la elaboración de suculentos platillos y exquisitos postres, ella no acostumbra dictar fórmulas en su clase.
Entre la preparación de aperitivos, platos fuertes y pasteles, Erica Bauermeister nos va desvelando cada una de las vidas de los ocho alumnos de Lilian que asisten una vez al mes a su clase de cocina. Vemos como un ingeniero en Informática descubre que la preparación de alimentos no es tan sólo una serie de habilidades básicas a dominar, sino también una combinación de paciencia, sensibilidad y otras virtudes necesarias para lograr la creación de algo tan sublime como lo es un buen plato de comida.
Dado que el grupo se integra tanto por hombres como por mujeres, la vida de algunos, al igual que la comida, va encontrando ese ingrediente faltante para hacerla amena. ¿Quién es Lilian? ¿Cómo llegó a convertirse en chef? Todo eso inicia, para ella, desde su niñez, tras vivir en un hogar desintegrado sola con su madre, empieza a asumir, desde muy pequeña, el papel de cocinera de la casa. Así empieza toda una carrera en las artes culinarias, al principio para capturar la atención de la madre y luego pasando a formar parte de su vida como una de sus grandes pasiones.