Llegaron al canal por la brecha que sube del río, con las hondas prestas para la batalla y los ojos entornados, cosidos casi en el fulgor del mediodía.
Huracán: viento muy impetuoso y temible que causa destrucciones o grandes males.
En los huracanes se pierde todo, aquí también, se pierde todo, menos el lector. Durante la lectura es posible seguir todos los hilos conductores de la historia, las distintas voces en primera y tercera persona, susurros, chismes, viviendas perdidas, amores frustrados, narcotráfico, palabras espesas… esta novela es vértigo, es arriesgada y audaz.
Temporada de huracanes no te deja respirar, quizás a propósito, por la forma en que Fernanda Melchor, escritora mexicana, elige las palabras para construir esos párrafos que nunca llegan a un final o quizás porque El Luismi, El Brando, El Munra y todos los demás personajes no te permiten cerrar el libro hasta saber qué pasó con La Bruja y la razón por la que su cadáver se encuentra flotando en un canal de riego en La Matosa. El asesinato de La Bruja del pueblo se convierte en el detonador de esta novela que explora el pasado, presente y futuro de aquellos que, de una manera u otra, circularon alrededor de este personaje. Embrujados no por ella, sino con ella.
El lenguaje forma parte de esta historia tanto como lo hacen sus personajes, una prosa coloquial, realista, cruda, fuerte, tan fuerte como la misma trama que nos relata. Es difícil leer un libro así tanto por la forma como por el fondo, sin embargo, es imposible soltarlo, duele tanto lo que se cuenta y duele porque se sabe que son realidades crudas.
Fernanda Melchor muestra en esta novela terrible, por extraordinaria y desmesurada. Precisamente esa es la sensación que produce esta historia mexicana, la de presenciar una espiral violenta, como los huracanes que se ciernen sobre los cañaverales.