En 2005 en medio de una agitación mediática y política acuciada por el incendio de un polvorín de la Policía Nacional, situado en una zona marginal y lumpen de la ciudad de Guatemala, La Isla; los cuerpos de investigación hacen el hallazgo de un archivo.
Dicho archivo contiene alrededor de 80 millones de fichas, documentos y expedientes que se remontan a 1890 de individuos con registros criminales cuya estructura compositiva (nombre, huellas dactilares, profesión, lugar de residencia, estado civil, mención de algún rasgo particular) funciona como el desarmado del modus operandi, tanto de las autoridades, como de sus perseguidos, sistema que aún estraga las de por sí deplorables condiciones de nuestro espectro legislativo. Y es en las visitas recurrentes que Rey Rosa hace a las instalaciones del «olvidado» gabinete, canal por el cual, al transcribir, fantasear y revivir lo que comúnmente se dice que hay que dejar de zarandear, que se detona esta trepidante novela.
Mediante un zigzagueo constante entre la ligereza adherida al libro de notas y apuntes, aunado al uso digerible de datos y hechos históricos, logra la corporización del material humano guatemalteco, que ha sufrido los vejámenes y la represión gubernamentales más dictatoriales y sádicas en la historia de América Latina.