Yo tenía 17 cuando mi amigo Jean-Philippe, 5 años mayor que yo (y eso a esa edad pesa), me habló de «La Insoportable Levedad del Ser» con un fervor casi religioso. Por supuesto, desde entonces y hasta que la leí, un aura de «quintaesencialidad» se había formado alrededor de aquel título. Extrañamente, sin embargo, pasaron años hasta que finalmente me decidí a leerla.
El TelónKundera me enganchó. Después de devorarme «La Insoportable», pasé a leer el «Libro de los Amores Ridículos», cuentos esta vez, pero escritos con el indiscutible sello cínico y genial de Kundera. El frenesí me llevó hasta «La Lentitud», otra novelita extraordinaria. Llegado a ese punto, pensé que estaba desarrollando una adicción a Kundera, y decidí no leerle más.
Fueron 2 años de abstinencia. La cabra, sin embargo, jala pa’l monte y sucumbí ante la tentación en octubre pasado. Editorial Tusquets me regaló un ejemplar del recién salido «El Telón», un ensayo sobre el arte de la novela, dejándome sin resistencia posible.


Fue un placer reencontrarme con este amigo, y una gratísima sorpresa descubrir al ensayista que se adivinaba detrás del novelista. «El Telón, Ensayo en siete partes» sobre el arte de la novela y su función (hoy más que nunca imprescindible) de última atalaya desde la que podemos lanzar «una mirada al alma de las cosas».
Léala. En realidad, lea cualquier cosa de Kundera, pero váyase con cuidado, por lo de que crea dependencia.