Hoy es uno de esos días hermosos, en los que suceden pequeñas grandes cosas.
Me llega una bellísima entrada de convalor, de esas tan cortas como llenas de sentido que tan bien sabe escribir Txetxu, y que acarician, porque hablan bien del oficio de uno.
Veo que la inspiración se la ha dado Albert, y supongo que se trata de nuestro amigo común Albert Figueras. En efecto, me dirijo a su blog y leo con mucha atención El tiempo en las librerías.
Empieza, como acostumbra Albert, con una cita maravillosa, de Séneca y una foto, que es una chulada (las fotos de Albert son para verlas con detenimiento).
En el tercer párrafo leo, sorprendido:
El lunes al mediodía tuve una grata sorpresa al entrar en la nueva Cultura. Si antes de la reforma ya era una librería emblemática, ahora es una referencia obligada, como la Sophos de Guatemala, El Ateneo de Buenos Aires o, en dimensiones mucho más reducidas, la 22 de Girona, Robafaves de Mataró o La Central de Barcelona.
Una cosa es que alguien, aunque sea amigo, te eche flores. Eso siempre se recibe con el cariño con que viene. Pero otra muy distinta es que te ponga ahí arriba, junto a quienes para vos son «los grandes».
De El Ateneo en Santa Fe, no se puede hablar, (poder se podrá, pero más que eso) hay que verla. No conozco la 22 ni Robafaves, pero ya me queda de tarea.
Aunque las librerías de La Central (tanto la del Raval como la del MACBA, que son las que conozco) en Barcelona tienen una atmósfera parecida a la de SOPHOS, me queda mucho, muchísimo que aprenderles a mis colegas. Cuando visito La Central, lo hago como el aprendiz cuando entra al taller del maestro.
El mítico André Schiffrin ha declarado que es «una de las mejores librerías del mundo«. Y tras leer «fragmentos de este posible decálogo del librero» escrito por Antonio Ramírez, no me queda más que desear algún día tomar un año sabático e ir con un trapito a limpiar libros a La Central, para que algo se me pegue. Me dolió mucho, de hecho, que mi precipitado itinerario aéreo me haya impedido escuchar la conferencia que dió Antonio Ramírez en Colombia en ocasión del segundo congreso iberoamericano de libreros. Me queda la esperanza de que la publique CERLALC en las memorias del mismo.
Todo esto para decir que nos hiciste el día, Albert. ¡Muchas gracias!
¿A que da gusto empezar así el día?
Un abrazo
Txetxu
Mi comentario es sin duda, el más sesgado de todos. Primero, porque para ti philippe, la modestia, después de un piropo de ese tipo, es el único camino. Segundo, por razones obvias para todo aquel que nos conozca. Comparto tu orgullo, porque sin ser mía la librería, la siento un poco mía, desde antes de conocernos incluso (o sobre todo). Como estoy segura, le pasa a todos los que tenemos el placer de encontrar en ella un refugio, una dimensión distinta en donde somos sujetos distintos. Nos reunimos allí con nuestras ideas, no solamente con una galería de libros. Descubrimos el libro que jamás pensamos tener en nuestras manos, o con todos aquellos esperábamos que estuvieran allí. Y todo esto, (lo sé además, por el privilegio de estar tras bambalinas) enmarcado en un espacio que está lleno de pasión y respeto por los lectores.»Referencia obligada» estoy de acuerdo, para todo aquel que busque una forma distinta (personal)de estar entre libros; un atajo hacia dentro; un espacio que nos gusta, creo, porque en parte logra reflejar nuevas versiones de nosotros mismos.